Cuando la economía de una región depende en gran medida del sector carbonífero, nos preguntamos ¿Qué se puede hacer desde la cultura y el arte para contribuir a una transición justa? Ofrecemos algunas reflexiones de nuestra participación en una de las sesiones de “El Cesar Transita”, una iniciativa de organizaciones de la sociedad civil que convoca a diversos actores del territorio a analizar los retos y oportunidades para una transición justa en el departamento del Cesar, Colombia.
Para que exista una transición energética justa, sostenible e incluyente es preciso desarrollar nuevos modelos económicos, sociales y ambientales. Esto implica una serie de cambios estructurales a favor de labores de conservación y sustentabilidad, evitando plantear una falsa dicotomía entre crecimiento económico y lucha contra el cambio climático. Su capacidad de integrar diferentes perspectivas o dimensiones es clave, considerando temas más allá de lo tecnológico, técnico o económico.
Hay lugares en Colombia, como el departamento del Cesar, en donde esta realidad se convierte en un gran desafío. El Cesar es el mayor productor de carbón del país y su economía ha desarrollado una alta dependencia hacia este sector, dejando cuestionables beneficios e innumerables impactos negativos sociales y ambientales. El ascenso del sector carbonífero, casi exclusivamente enfocado a exportación, coincide con el declive de otros sectores económicos más intensivos en empleo como la agricultura, y después de varias décadas de explotación de carbón, las tasas de desempleo, informalidad y pobreza multidimensional en el Cesar son mayores que el promedio nacional.
Reforzar el carácter integrador de una transición justa en el Cesar implica necesariamente reconocer las diferentes perspectivas y afectaciones culturales de los actores involucrados. Por un lado, es preciso identificar y replantear prácticas culturales que han generado inercia o lock-in a favor del desarrollo y expansión de los combustibles fósiles y que, además, se han reforzado con aspectos técnicos y políticos como la expansión de las carboeléctricas y el establecimiento de beneficios tributarios a la explotación de carbón. Entre las prácticas culturales que profundizan el lock-in se encuentran, por ejemplo, la creación de una identidad económica alrededor del carbón como elemento relevante para el empleo e inversión social que dificulta imaginar un futuro diferente al carbonero. Por otro lado, está la necesidad de reconocer y abordar las disrupciones culturales asociadas a la minería de carbón como, por ejemplo, la reproducción de estereotipos de género, el empeoramiento de las condiciones de las mujeres y la ruptura del tejido social producto del desplazamiento asociado a la expansión minera.
Entender el rol de la cultura y el arte en una transición justa parte de reconocer que los procesos de transición no son lineales ni predecibles y tampoco tienen una única solución. De hecho, los procesos de transición tienen un carácter iterativo que apela a la creatividad, innovación y experimentación en procesos, instituciones (formales e informales), políticas y tecnologías para ofrecer posibles caminos y soluciones. Se basan en cambios estructurales donde las prácticas transformativas tienen un rol fundamental tanto desde lo individual, como desde lo colectivo. Estimular la agencia de las personas, como aquello que potencializa su capacidad de incidencia, tiene un rol clave en viabilizar y visibilizar la capacidad creativa en los procesos de transición. De esta forma, se puede desnormalizar la dependencia hacia el carbón y dar paso a nuevas maneras de compartir sentires en un espectro más amplio, fortaleciendo una conciencia social colectiva capaz de apropiar y preservar la memoria histórica y el tejido social.
El arte y la cultura podrían entenderse como los grandes comunicadores sociales de una transición justa y sus implicaciones. Hoy en día las personas reclaman su capacidad imaginativa a través de la participación directa en la creación artística y el intercambio de prácticas culturales, que a su vez delatan la propia realidad del territorio y contrastan los supuestos e impuestos sobre el desarrollo. En ese sentido, el arte, como puerta de entrada al corazón y al sentir del ser humano, es un vehículo para retratar la realidad, reflexionar sobre ella y permitir que surjan nuevas ideas para que se despierten futuros posibles. Después de todo, la toma de conciencia colectiva implica apelar a las emociones humanas.
La cultura, entendida como espacio compartido constituido por la historia, las expectativas, las creencias y los significados que caracterizan a una comunidad, se hace evidente a través de diversas expresiones artísticas como la música, la poesía, la pintura, entre otros. Así, la cultura es tanto un objeto de cambio como un agente para lograr cambios. Estas manifestaciones deslizan nuevas posibilidades que pueden ser concebidas, practicadas y transmitidas para cambiar paradigmas actuales o perpetuarlos en un esfuerzo por mantener el statu quo y con él, un falso sentido de certidumbre. minimizar la incertidumbre ante los cambios. Es ahí donde el arte emerge como fuente de inspiración sobre cómo la vida puede y debe ser diferente y consistente con la promoción de justicia desde diferentes perspectivas, además de promover la cohesión social y la resiliencia comunitaria. Así lo retratan algunos movimientos artísticos y culturales que han ganado momentum sobre narrativas utópicas del futuro y las diversas experiencias alrededor del arte para superar el conflicto armado en Colombia.
En el contexto de una transición justa existen experiencias que se han puesto en práctica fijando al arte como elemento fundamental. Desde el Semillero de Investigación en Transición Energética de la Universidad del Magdalena – STEUnimagdalena, se ha venido impulsando el Laboratorio Territorial de Ciencias y Artes para la Transición Energética Justa – LabTeCA, una iniciativa enfocada en aportar insumos creativos y audiovisuales a los procesos de transición justa.
Entre los años 2021 y 2022 LabTeCA creó toda una iniciativa artística difundida en redes sociales principalmente para divulgar los resultados de la investigación de los efectos de la transición en el empleo y la diversificación económica (Imagen a), y la investigación sobre la valoración económica de los impactos socioambientales del desvío del Arroyo Bruno (Imagen b).
Paralelamente, LabTeCA realizó el taller “Laboratorio de creación: a donde irá la montaña” en alianza con Videocrática, una plataforma ciudadana de creación y experimentación audiovisual/transmedia. Con este taller miembros de las comunidades del Cesar, La Guajira y Magdalena, corredor minero de Colombia, tuvieron espacios de encuentro con el arte como herramienta de expresión. De este taller resultaron registros sonoros, fotográficos, poéticos, musicales y simbólicos con los que se canalizaron sentires frente a las afectaciones que se han visto en sus paisajes, y las transformaciones ambientales y sociales derivadas de la minería de carbón a cielo abierto. Así mismo, desde el espacio fue posible reflexionar desde el territorio sobre la resistencia y capacidad de sobreponerse a la problemática ambiental y social a la que se enfrenta cada comunidad, para también partir de allí e imaginar un futuro.
Con todas estas ideas puestas sobre la mesa hay una gran invitación: impulsar los procesos de transición justa con la misma “fe del carbonero”, una expresión que se ha popularizado en un sentido de inmaculada certeza de que algo sucederá. Y esto debe apoyarse en los múltiples esfuerzos que se vienen realizando de la mano de las comunidades locales, y sobre todo en la apertura a las pinceladas de colores y matices que pueden complementar esos esfuerzos. Desde nuestros roles en la sociedad, es necesario reflexionar sobre cómo podemos articular todos estos elementos para que en efecto puedan ejercer cambios.
Cuando se habla de transición justa, aparte del rigor técnico necesario para evaluar las afectaciones físicas del territorio y fortalecer el reconocimiento las problemáticas ambientales, es preciso darle oportunidad a lo intangible. Es fundamental alentar la transmisión de los conocimientos ancestrales sobre cuidado y preservación a las nuevas generaciones, siendo coherentes con el hecho de que siempre la cultura estará en el centro de nuestra relación con el mundo y otros.
Lorena López
Este artículo fue escrito por José Vega Araújo (SEI) y Lorena López (Universidad de Magdalena).
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